La meta no es algo que termina a en algún punto; la meta es el recorrido.
La meta es cada momento.
No hay nada más que conseguir.
Todo esta en este mismo momento, todo está allí, sólo que tu no estas atento.
Y no estas atento porque tu mente está en el futuro. No estas aquí. No eres consciente de lo que esta sucediendo en este preciso momento.
Y esto es lo que ha ocurrido siempre. Eso ha venido ocurriendo para muchos, muchos millones de vidas. En todo momento has sido un Jesús.
No ha dejado de ocurrir ni por un sólo momento.
Esto no puede dejar de ocurrir; así es la naturaleza misma, así son las cosas.
¡No te lo puedes perder!
Pero no eres consciente, y no puedes serlo, a causa de tener una meta en algún lado, algo que conseguir. A causa de la creación de esa barrera y de la perdida de lo que eres.
Una vez que descubres esto, una vez que te das cuentas, una vez que tomas conciencia de ello, se te revela el misterio más grande de la existencia: que todos somos perfectos.
Eso es lo queremos decir cuando afirmamos que cada uno es Dios: cada uno es el alma, el alma final, divina.
A eso aludimos cuando decimos: tú eres eso. No es que debas transformarte en eso pues, si debieras transformarte en eso, no lo serías.
Y si no lo fueras ya, ¿como podrías transformarte en eso? La semilla se transforma en árbol porque el árbol ya esta en la semilla.
Una piedra no podría transformase en árbol. ¡La semilla se transforma en árbol porque el árbol ya esta en la semilla!
Entonces no es una cuestión de transformación; es una cuestión de revelación.
La semilla se nos revela en ese momento como semilla, y luego, como árbol.
Por lo tanto, es una cuestión de revelación. Y, si eres capas de entenderlo profundamente, la semilla es el árbol en ese preciso momento…
